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Antes del amanecer, ya estábamos en la entrada de la Marina de Tánger. Eran las 5 de la mañana. Al bajar del barco, celebramos nuestra llegada con los demás. Estábamos muy contentos de que todo hubiera salido tan bien y de no habernos encontrado con ninguna orca en el camino.
Antes de poder asignarnos un amarre, tuvimos que registrar nuestra entrada en Marruecos. Para ello, amarramos en el pantalán de bienvenida, donde nos recibió un empleado de la marina. Él nos indicó el camino hacia las oficinas de la policía, donde completamos los documentos de registro de nuestro barco. Después de aproximadamente una hora, terminamos el proceso burocrático y solo quedaba que las autoridades aduaneras inspeccionaran nuestro barco. Afortunadamente, no había otros barcos esperando, por lo que el proceso no se prolongó demasiado. A las 8 de la mañana, nos asignaron el amarre en el que estaríamos amarrados durante dos semanas.
La flotilla esperando en el pantalán de bienvenida para hacer el check in
Ya instalados y después de dormir unas horas, decidimos salir a explorar la ciudad vieja todos juntos. Recorrimos la Medina y sus mercados, compramos café, frutas y verduras frescas, y terminamos el día disfrutando de una comida para probar la gastronomía marroquí.
Disfrutando la comida marroquí con Ines, Pedro, Heli y Tim
Durante nuestra estancia, decidimos tomarnos un descanso del barco y explorar el norte de Marruecos en coche. Desde que dejamos Albania, no habíamos hecho ningún viaje fuera del barco, por lo que estábamos ansiosos de explorar Marruecos y su cultura árabe. Sabíamos que este viaje estaría lleno de nuevas costumbres y tradiciones por descubrir. Esta fue la ruta que realizamos en seis días con el coche:
- Tangier – Tetouan (60 km – 1.5h): En Tetuán visitamos su medina, un laberinto de calles estrechas llenas de puestos de frutas, verduras y artesanía.
- Tetouan – Chefchaouen (62 km – 1.5h): Chefchaouen, conocida como la "Perla Azul" del norte, es una ciudad turística en las montañas, famosa por sus casas pintadas de azul. Aquí paramos a dormir la primera noche.
- Chefchaouen – Fez (196 km – 3h 43m): Fez es una ciudad de gran importancia cultural e histórica, con una de las medinas más grandes y antiguas del mundo, que es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En nuestra visita a la medina, aprovechamos para comprar especias y también exploramos las Curtidurías de Chouara, donde observamos el proceso tradicional de curtiduría de cuero. La segunda noche, la pasamos en un alojamiento muy céntrico, situado justo antes de la entrada a la medina.
- Fez – Meknes (63 km – 1.5h): Conocida como la "Pequeña Fez", porque tiene un casco histórico similar pero mucho más pequeño y tranquilo. Su medina también es Patrimonio de la Humanidad. Aquí hicimos una breve parada antes de continuar hacia la capital, Rabat.
- Meknes – Rabat (151 km – 1h 50m): Rabat está situada en la costa atlántica y es la capital económica del país. Durante nuestra visita percibimos una mezcla de estilo moderno en las grandes avenidas y calles anchas de la zona nueva con el ambiente histórico-tradicional en la medina y en otros puntos históricos como la Fortaleza Kasbah de los Udayas o en la Torre de Hassan. Mientras caminábamos cerca de la Fortaleza de Kasbah, nos encontramos por casualidad con Brigitte Macron, la esposa del presidente francés Emmanuel Macron, quien se encontraba en Marruecos para una reunión con el presidente marroquí. La acompañaba un despliegue de personal de seguridad.
- Rabat – Tangier (256 km – 2h 50m): Después de pasar una noche en una pensión de la medina de Rabat, hicimos unas cuantas compras y comenzamos el viaje de vuelta con rumbo a Tánger.
Una de las partes más destacadas de este viaje fue el espíritu comercial que se percibía en los zocos de cada ciudad. La multitud de gente, las mezclas de olores, el regateo y la gran variedad de productos gastronómicos y artesanales nos dejaron impresionados. Toda esta variedad de impresiones nos dejaba agotados al final de cada día, ya que teníamos mucha información que procesar. En cada ciudad, lo que más nos sorprendió fueron los contrastes entre la vida moderna de las zonas nuevas y la vida tradicional de los zocos o las medinas, sobre todo en la capital.
Además, en cada esquina encontramos gatos de todos los tamaños y colores. En la cultura árabe, los gatos son considerados animales de compañía y, como tal, siempre estaban bien atendidos y tenían su sitio en las tiendas y en cualquier lugar de la calle.





El clima en Marruecos también fue muy variable de una región a otra. Pasamos de temperaturas por debajo de los 10° en las zonas interiores y montañosas de Tetuán y Chefchaouen, a casi 20° en la costa, en lugares como Rabat y Tánger. A pesar de las barreras lingüísticas que nos dificultaron la comunicación, siempre sentimos la hospitalidad de la gente en todos los lugares que visitamos.
Y por supuesto, la comida marroquí nos encantó. Probamos platos tradicionales como Rfissa y Pasticcio, con muchas especias que no estábamos acostumbrados a encontrar en la cocina mediterránea. Pero su sabor intenso nos fascinó tanto, que decidimos comprar algunas de ellas para almacenarlas en el barco y usarlas en las próximas travesías.



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