Versión original
Durante las dos semanas de pausa en el Puerto de Almerimar, aprovechamos para realizar varios trabajos en el barco y dejarlo listo para la travesía transatlántica. El proyecto más importante fue la instalación de un nuevo piloto automático, más potente y con un procesador más moderno, que esperábamos nos ofreciera mayor fiabilidad en condiciones adversas y con las grandes olas típicas del Océano Atlántico.
También hicimos los últimos pedidos de material, ya que Almerimar sería nuestra última parada en la península ibérica, lo que nos permitiría recibir los envíos con mayor facilidad y un tiempo de tránsito más corto.

Además, nos dedicamos a otros proyectos, como cambiar las juntas de las ventanas, coser una tela paracaídas para el sofá de estribor, que nos permitiría dormir sin caernos en las noches de travesía, reforzar los paneles solares y el bimini, y buscar un seguro con cobertura internacional. Por supuesto, también planificamos la siguiente travesía, cuyo principal desafío era encontrar la ventana de tiempo ideal. Durante nuestra estancia, tuvimos viento predominante de Poniente, lo que nos impedía navegar hacia el oeste, así que tuvimos que esperar las condiciones adecuadas.



Finalmente, con poco viento del norte, el 17 de octubre zarpamos desde el puerto de Almerimar con rumbo a Ceuta, la ciudad autónoma española que colinda con Marruecos y se encuentra frente al Estrecho de Gibraltar.
Tras las primeras horas de navegación, el viento cambió hacia el este y comenzó a aumentar, lo que nos permitió acelerar. Debido a esto, perdimos contacto con los otros barcos y llegamos unas horas antes a nuestro destino.



Al llegar a Ceuta, percibimos de inmediato el cambio cultural influenciado por Marruecos. Las calles, la gente y la gastronomía transmitían un ambiente y esencia árabe. Aunque el idioma oficial es el español, muchas personas hablaban también árabe. Con el cambio de continente, nos dimos cuenta realmente de la gran aventura que nos esperaba, tanto en tierra como en el mar.
Durante los tres días que permanecimos en el puerto de Ceuta, preparamos la siguiente etapa hacia Tánger, en Marruecos, junto con Inés y Peter del velero Vaquita, y Heli y Tim del velero Moana, planificando cuidadosamente la navegación y poniendo especial atención a las corrientes para cruzar el estrecho de Gibraltar. Para minimizar el riesgo de encuentros con orcas, decidimos navegar a motor con ayuda de la génova y navegar cerca de la costa, manteniéndonos en aguas con una profundidad máxima de 20 metros.
Debido a las mareas y corrientes, zarpamos al caer la noche. Después de cenar una pizza a bordo de Vaquita, pusimos en marcha los motores con rumbo a Tánger. Este viaje en flotilla fue uno de los más largos a motor (10 horas aprox.) hasta el momento. Por suerte, la travesía requería mucha atención y, junto con las conversaciones por la emisora con nuestros compañeros, el ruido del motor pasó casi desapercibido. Tuvimos condiciones perfectas, con el mar calmado, corrientes a favor y un viento ligero de sotavento.